lunes, 22 de junio de 2009

Vestido de novia









Sin duda, uno de los aspectos que más expectación genera en una boda es el vestido de la novia ya que debe estar a la altura del acontecimiento. Este elemento tan importante ha ido sufriendo transformaciones a lo largo de la historia. Desde principios del siglo XX se utiliza el traje de color blanco como símbolo de pureza. Sin embargo no era el único utilizado y, de hecho, no el más habitual ya que en fotografías de principios de siglo XX no deja de sorprender ver a las jóvenes novias vestidas de negro.



Actualmente la costumbre es que el vestido sea de un blanco roto, aunque se suele empezar a introducir elementos de color, dorados, lilas, azules, rosas, melocotones, etc... ya que el traje no es tan austero como hace años y se permite prácticamente todo, tanto si la ceremonia es religiosa como si es civil.



La novia elige en la sociedad moderna su vestido según sus preferencias, estilo, imaginación, y buscando siempre el que más le favorezca. No hay que olvidar que la elegancia está casi siempre reñida con la acumulación de adornos. Lo más importante es que cada novia plasme en su atuendo su propia personalidad, aunque no se pueden obviar a la hora de elegir cuestiones como el lugar de la celebración, la naturaleza de la misma, la hora, o la época del año.




Consideraciones a tener en cuenta en la elección de un vestido

- Las cinturas altas y talles cortos se disimulan con vestidos de talle largo y acabado en pico.

- El pecho generoso se acentúa mediante escotes en uve y los brocados o rellenos realzan los pequeños.

- Las tallas grandes evitarán los encajes y muchos adornos y un cuerpo ajustado con una falda amplia disimulará la desproporción entre un torso pequeño y unas caderas anchas.

En cuanto a los estilos la moda actual es muy flexible, es variada y recorre desde los estilos más sofisticados hasta el traje más juvenil y sobrio. Sin embargo se entiende que el traje de novia debe plasmar la personalidad de ésta.

La mantilla y el velo

La mantilla es parte de la cultura y tradición españolas. En la época medieval simbolizaba la doncellez de la dama o su soltería. Las mujeres de las casas reales y damas nobles la utilizaban como complemento. Las reinas de España llevaban el velete o manto de corte, realizado en encaje, procedente de Cataluña y decorado con motivos heráldicos.

La mantilla corta era la más utilizada en los actos religiosos diarios, la grande se usaba en Semana Santa y la blanca con madroños era la elegida para las ferias taurinas. En la actualidad, muchas novias optan por llevar la mantilla tradicional española, en vez de velo.

La indumentaria de la novia se complementa con una serie de elementos de importante carga simbólica, como es el velo, corto o largo, confeccionado en tul y que comenzó siendo creado para que durara sólo el día de la boda.

Hay varias teorías sobre la utilización del velo de la novia el día de la boda. La más remota en el tiempo cuenta que la futura esposa se cubría la cara con un tul para mantener alejados los malos espíritus que pudieran hacer fracasar el matrimonio. Lo ciero es que en antiguas litografías puede verse a las novias con velos rojos para ahuyentar al demonio y amarillos para obtener la protección de Hymen, dios del matrimonio. Otra teoría, relacionada con la creencia cristiana, transmite que la mujer debe de estar virgen, fuera del alcance de todo varón, hasta que se convierta en esposa ante Dios. En relación a esto, el velo de la novia significa moderación, inocencia, virginidad. Virtud en definitiva. Este complemento, tradicional e invariable es originario de Oriente y cuenta con más de cuatro mil años de antigüedad.

Lo más usual es que sea el novio quien retire el velo cuando el oficiante dice "Y ahora ya puede besar a la novia".